Una mística aura de terror envolvía
ese lugar -¿Qué lugar?- Bueno empezaré como se debe empezar cualquier cuento,
éste quizá se remonte a una época que desconozco y a un contexto el cual no
tengo bien definido.
En una casa de muchos cuartos se
desenvuelve esta extraña historia que brotó de mi mente en un mal día para
dormir…
La luz entra tal cual vez por cada ventana, la casa de Santiris era muy opaca, blanca en sus exteriores y llena de moho, no sé por qué me encontraba allí, estaba a la suerte de un experimento quizá, pero no estoy muy segura. Recuerdo transitar por los pasillos de aquella casa y ver muy poca luz, solo gente vestida de blanco a mi alrededor y con un aurea de muerte que era imposible no detectar, la comida se servía en el patio, para nada acogedor debo acotar, increíblemente la comida era muy colorida, como si sirvieran pasta de plumitas, pero pintada de muy alegres colores. Santiris, una doctora simpática, pelo corto que pacería querernos sin ninguna explicación nos sonreía y era lo único alegre de aquel triste lugar.
Yo entraba y salía de grandes trances
de sueño el cual no logró poder explicar con exactitud, solo veía pantanos y
olía aromas muy detestables hasta que me traían de vuelta a la realidad, que en
sí misma parecía otro mal cuento. ¿Qué me ocurre? ¿Por qué me cuesta estar
tanto de pie? ¿Por qué no puedo recordar nada? Solo esa comida insípida de
colores vibrantes (amarillo, morado, rojo), dispuesta en forma de rayos para
nada esperanzador.
Las voces que recorrían los pasillos
solo decían: “cabello largo”, “cabello largo” ¿De qué se trataba?, ¿A qué se
debía tal frase? Siempre observaba a Santiris preocupada, de vez en cuando por
mi cabeza pasaba la extraña idea de que su nombre nada tenía que ver con su
dulce espíritu.
Desperté sudorosa, algo raro ocurría
en el patio exterior, el ruido y los gritos eran casi insoportables, los
cuerpos sin alma que caminaban por la casa y sus alrededores se estaban
quitando sus vidas ahorcados por su propio cabello, como si una fuerza maligna
los obligara y de repente lo inexplicable, me estaba llenando de esa fuerza que
me decía que lo hiciera, que lo hiciera, estaba desesperada, desnuda en las
afueras de la casa, sudando y Santiris pasó corriendo por mi lado, creí verla
en cámara lenta envuelta en aquel idilio de terror, al parecer era la única con
vida. Volví a despertar ¿Todo había sido un sueño?, me volteo en mi cama y veo
una anciana de ojos color a dulzura porque no encuentro cómo definir aquella
mirada, me dijo que esta historia apenas estaba comenzando y que precisamente
yo era la protagonista, tenía un nudo en la garganta y tartamudeé ¿cu-ál
his-to-ria?, sonrió, me tocó la cabeza y me dijo: -esta que te acabo de sembrar
hoy-, -escribe todo lo que recuerdes, muy pronto seré más explícita, adiós-.
Lloré y lloré, la anciana se
desvaneció ante mis ojos y me recorrió en un aire tan frío, tan gélido que era
imposible no creer que era realidad, lo peor de todo es que, NO DESPERTÉ. Ya lo
estaba, y esa imagen que se acaba de desvanecer era tan real como mis
pensamientos acelerados…
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